Lázaro
Cárdenas del Rio y La Educación Socialista.
Gobernó México como
Presidente de la República del 1 de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de
1940. El sexenio cardenista marcó en gran medida el desarrollo del México
contemporáneo.

La reforma educativa respectiva requirió de la
modificación del artículo tercero constitucional, cuyo texto quedó así: Artículo
3o.- La educación que imparta el Estado será socialista y además de excluir
toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual
la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear
en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.
Así, según este mandato los
alumnos de las escuelas socialistas serían educados con base en los dictados de
las ciencias, tanto en el campo de la naturaleza como en el de la sociedad; las
explicaciones que se dieran dentro y fuera de las aulas estarían alejadas de
los dogmas y los misterios propios de la educación religiosa, con lo cual se
daba continuidad a la lucha del Estado liberal mexicano por secularizar el
poder.
Lázaro Cárdenas confiaba en que la escuela socialista sería un instrumento de reforma social que iría más allá del cambio pedagógico y académico: una nueva escuela que favorecería una gran reestructuración económica, social e ideológica del pueblo mexicano, como consecuencia de la capacitación intelectual, técnica-práctica y moral de los niños y los trabajadores.
La misión del maestro no ha de concentrarse en
el recinto de la escuela. Su misión en el orden social exige su colaboración
para el cumplimiento integral del programa de la Revolución. El maestro rural
es un guía del campesino y del niño y debe interesarse por el mejoramiento de
los pueblos. El maestro ha de auxiliar al campesino en su lucha por la tierra y
al obrero en la obtención de los salarios que fija la ley para cada región.
La nueva escuela socialista
y la enseñanza que en ella impartirían los maestros, especialmente los rurales
que no eran profesores de carrera sino empíricos, habría de incluir desde la
alfabetización y la castellanización de niños y adultos hasta la enseñanza de
modernas formas de organizaciones productivas-cooperativas, pasando por el
aprendizaje de nuevas técnicas de trabajo agrícola que permitieran a los
campesinos y a sus hijos organizarse mejor y optimizar sus actividades
productivas.
En el campo se enseñaría a
los niños a cultivar colectivamente la parcela escolar, atender a los animales
en los corrales lo mismo que a las plantas y los árboles de los huertos
construidos como anexos escolares y, lo más importante, se les enseñaría a
asumir una responsabilidad conjunta como parte de un grupo en que los intereses
individuales quedarían subordinados a los intereses colectivos; tanto en el
campo como en la ciudad, el grupo, no el individuo, tomaría las decisiones y
marcaría el rumbo de las actividades escolares.
En las regiones donde había ya industrias y
trabajo de obreros asalariados, los profesores orientarían a éstos para hacer
efectivos los derechos laborales garantizados por el artículo 123 de la Constitución
General de 1917 y por la Ley
Federal del Trabajo de 1931.[1]

Se
buscaba desarrollar una responsabilidad moral en el maestro rural,
permitiéndole fomentar la educación y la integración del país en los niños
campesinos. Mostrando que los campesinos merecían mejores condiciones, por lo
tanto se capacitaron maestros para impartir clases en las zonas rurales.
En
el socialismo se trató de reconstruir el pensamiento nacional, mismo que se
desmoronó durante la guerra civil de principios de siglo. El sentimiento por la
nación emanado por el Estado, tuvo sus cimientos en dicha ideología. Buscar
nuevamente la unificación social fue una tarea a la que se le apostó mediante
la formación en las aulas. Aclarando que el enfoque de análisis educativo no
tomaría los referentes históricos de los héroes de la independencia y la
revolución. Al contrario se trataría de unir a la causa a aquellos subalternos
que participaron en ambas guerras.
Las
herramientas ejemplares utilizadas en ésta nueva dinámica fueron los libros de
texto, los que contenían en sus capítulos mensajes e información alusiva a la
doctrina marxista.
Los libros de Texto dejaron de centrarse en la
clase media urbana para retratar la vida de las familias campesinas y de la
clase trabajadora. La música y las artes plásticas captaban una historia
popular de lucha y reflejaban la cultura de la vida cotidiana. Los corridos que
relataban el heroísmo de Zapata y los dramas de los obreros en huelga se
difundieron entre los maestros y se hicieron presentes en los festivales
patrióticos, al igual que numerosas danzas indígenas y folclóricas.
Tal
aportación especifica la manera de difundir que se le otorgó a la educación en
México manejando aspectos cotidianos. Las clases populares también tuvieron su
visión del aprender, una que no era con libros y ciencias, sino de movimientos
sociales a través de la música. La educación socialista agregó tales aspectos
de folclor a las clases de primaria; asunto que en los planes de estudio
posteriores desaparecería.

El
peso de la clase popular en los planes de estudio fue sinónimo de motivación al
incorporar a los numerosos grupos que anteriormente eran relegados no sólo de
su labor económica, sino de su pasado también. Los obreros, campesinos e
indígenas fueron tomados en cuenta para formular un nuevo sistema educativo.
Las propuestas fueron prometedoras pero la realidad social era otra; ya que no
todos en el país se encontraban conformes con la propuesta educativa de
Cárdenas.
Los
primeros opositores fueron los mismos a los que se enfrentó Vasconcelos y
Calles en su momento. El laicismo persistente se intensifico en mayor medida
durante el cardenismo. La iglesia católica mexicana no toleraría otra doctrina
que la desplazara de una herramienta tan sofisticada como lo es la educación.
Ya sea por medio de la persuasión de los padres de familia, intelectuales o
círculos de derecha, el clero no perdería su prestigio ante nada.

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